lunes

Cábalas asesinas

Caminé por donde me fue viejo y conocido, solamente para sentirme reencontrada en los lugares que ya me habían acogido. Pisé sobre mis pasos con temor a cruzarme con nuevas piedras que no haya tenido que esquivar antes. Me sentí presa en toda mi seguridad y esclava de la rutina, recordándome a mí misma que no fue ésta quién mató al amor, mas había sido yo, con mis cábalas y mis mambos. 
Toqué, entonces, viejas cicatrices, sobre cicatrices más viejas todavía: dolores que todavía sanaban sobre heridas que nunca dejé curar. No quise conocer nuevos ardores, me aferré con fuerza, como una nena a su almohada, a la sensación punzante en el agujero de mi pecho, tratando de rellenarlo con un abrazo de nostalgia. 
El miedo es mi prejuicio, para hacerme sentir una cobarde, y sin embargo segura de no tener que experimentar cosas nuevas. Pero qué vacía me siento, puedo entender: repetirme a mí misma, y también a mis errores, habiendo aprendido es una pérdida de tiempo que, pasando tan lento al sentirme aburrida, es eterno. Una eterna soledad, comprendí. Ahora ya no habrían perdones capaces de revivir los corazones que en vidas anteriores corrompí. 
Mérito mío, la deuda y el karma, concluí.

Está cansada y se quiere morir