jueves

Hace frío, dijo. Dió vuelta un tronco y las chispas se desparramaron.

Primero calentaba mis pies envueltos en camperas, llegaba a mi cara y la suavizaba. Dibujaba en mis lentes el reflejo de un fuego que no ardía, un fuego que acariciaba y trataba de secar las penas que se asomaban en el borde de las pestañas. Me daban ganas de tocarlo, de sentirlo... De fusionarme y ser parte de su calor.
Desviaba mis pensamientos como tanto yo lo mirara. Y era inevitable no mirarlo. Las llamas trepaban por la chimenea y se arrastraban entre las brasas. La niñez que me habría gustado tener y el futuro que me esperaba. El vacío existencial que seguía siendo un vicio vitalicio y una constante búsqueda en la identidad que yo misma estaba tratando de materializar. Una aurora de colores, generada por una combustión química, cosas que yo no quería entender de la vida, el arco iris era generado por la aparición de un espectro y las frecuencias de luz. Seguía siendo mágico para mí. 
El silencio se interrumpía. Se consumía la leña. Retomaba el hilo de mis pensamientos, para que me consumieran a mi misma de la misma manera. Repetía palabras de hace un año en mi cabeza y reproducía canciones de 1998. Nostalgia que me incendiaba y cenizas de recuerdos. Mis manos sobre el fuego, tibias, después sostenían mi cara y trataban de calentarla. 
Afuera seguía lloviendo. 


miércoles

Inviernos sin abrazos tibios.

El frío ardía en la piel. 
Los viejos recuerdos que se habían grabado en el tacto, las caricias, los abrazos, los golpes, todo estaba congelado en su lugar y en su momento.
Las manos se sentían adormecidas, el hielo siempre había sido una buena manera de anestesiar el dolor, pero no las penas.  
Nos mata el orgullo y el frío, tan distante,  en los ojos, las palabras cortan como estalagmitas, se desprenden de nuestras bocas y caen en nuestras orejas, rompiéndose en miles de pedazos dentro de nuestras cabezas.
Y ahora, sobre esta capa de escarcha que recorre mi cuerpo se pegan palabras de despedida, sobre mis labios, en mis oídos. Perdones y arrepentimientos que se condensaban en mi aliento. Lágrimas que se congelaban para pegar pestañas. Vanos intentos en separar los párpados... Nos damos por vencidos y cerramos los ojos. 
El cuerpo ya no tiene mecanismos de defensa, está cansado de tiritar. 
Nuestros pensamientos se refugian en playas paradisíacas y calefactores. Soñamos con soles, y cielos sin nubes. Susurros, palabras que descongelan glaciares; mimos, movimientos que te hierven la sangre.
Una última caricia que se siente áspera y crujiente. Ya es muy tarde para cortar con toda esta frialdad. 
Copos de nieve y esperanzas que caen al piso. Se hacen parte en una multitud para perderse, y nunca más reencontrarse.

(publicado en 23/05/2012)

lunes

Estoy enojada, y me siento mal por no haberle preguntado a aquella nenita qué era lo que le pasaba, por qué lloraba.

La gente sabía que preguntar era de mala educación, que mirar, era incomodar, y que incomodar, también era de mal gusto, y por ende, de mala educación. 
Y nos daba vergüenza ser unos mal educados e ir en contra del sistema educativo, porque lo que no nos enseñaban era que el ir en contra, el ser unos incorrectos, nos convertía en rebeldes.
No nos enseñaban que el tener convicciones y fuertes argumentos, el luchar por una causa, nos convertía, por sobre todo, en rebeldes.
No nos enseñaban que los más grandes pensadores eran rebeldes en la ciencia y la historia, que rebeldes, eran los revolucionarios, que los revolucionarios también podían ser libres. 
Así que, creyéndonos correctos, sin saber que realmente eramos esclavos, que al ser "bien educados" estabamos siendo sometidos, sin saber lo que es un fundamento, una razón, o una motivación, sintiendo vergüenza, vergüenza por sentir empatía, por querer acudir a una persona que lo necesita, siendo ajenos a la situación, pero aún así tratando de desactivar en nosotros mismos esas ganas de ayudar y de consolar. Porque todos nosotros sabemos lo que es sentirse mal. Todos nosotros hemos llorado y sabemos lo que es que duela. Y no podemos evitarlo, no podemos evitar llorar, ni querer abrazar a alguien cuando llora. Pero uno se acostumbra.
Y es por eso que ahora cuando caminamos por la calle, no acostumbramos preguntar. No miramos, no incomodamos. No nos interesa siquiera lo que a otro le pase.

jueves

El café, la bebida de la gente seria y adulta.

Llegar a fin de mes, pudiendo pagar cosas innecesarias que no cumplen otra función que no sea alimentar el capricho insaciable por consumir. Dejar cada montañita de polvo en el lugar indicado, que es el único y el ideal para cada cosa. Levantarse a las 8am y prender la tv, para empezar el día con las noticias, y apagarlo a las 11pm, una vez finalizada la programación chimentera. "Que fulanito se divorció, porque menganita lo engañó". La cena de los sábados con esos amigos de la familia que son insoportables, pero todo sea por mejorar el status social. La arrogancia que no te permite escuchar ni aprender, haciéndote sentir que ya las viviste todas y te sabés la enciclopedia de memoria. Los expedientes que quedaron incompletos, y el informe que el jefe nunca en su vida se va a tomar la molestia en leer.  Todo es no, todo es negativo, para todo es tarde, todo es resignarse.
El café todavía tiene sabor a adultez, tan amargo y aburrido.

domingo

Si estuviera durmiendo no me rompería la cabeza con estas pelotudeces. Voy a culpar al azúcar, estoy pasada de rosca.

A veces tenía ganas de sentir cosas reales, dejar de lado la superficial sensación de una tijera arrasando con mi pelo, o la de la textura tipo mousse arruinando y envejeciendo mi piel; el ardor en mis ojos que causaba la cosa que sale del pincel del rimmel, o del delineador líquido, o esa espuma que me hacía sentir frío cuando la desparramaba en mi cabeza, despeinando mi pelo, y que rozaba mi nuca. También las quemaduras de la planchita cuando le erraba al morocho cortito y la pasaba sobre mi oreja, derecha generalmente. Me aburría de pasar horas frente al espejo, escondiendo panza y endureciendo los abdominales, para frustrarme cuando me tocaba relajar la gula; probarme cinco jeans diferentes porque siento que ninguno me hace ver bien el orto, que cada vez lo siento como que está más chato. 
Y, justamente, patética me siento por preocuparme por estas cosas. 
Porque patético es comparar mis cejas con fotos de celebrities, y preguntarle a todos en mi casa si se parecen. Patético es querer parecerme, patético es el no entender que soy diferente, que soy única, y que una comparación, por menos significante que sea, es inútil. 
"Bueno, chicas, pero si vamos a compararnos unas con otras, somos todas horribles, o somos todas hermosas, porque somos diferentes, ¿qué estamos comparando, y a partir de qué parámetro?"
Pero soy hipócrita. Digo cosas que se contradicen con mis actos. 
Me miro al espejo, y me acerdo, la luz de mi cuarto es una poronga. Aparto la vista, y veo una de las fotos de dejé abierta en el buscador de google. Y, aaaaaaay, mierda. "Su pelo es hermoso, ¿por qué a ella le queda bien el corte? Odio a los peluqueros, siempre hacen lo que quieren en tu cabeza. Yo quería tenerlo como ella, tengo la pinta de una nena de 4 años. Argflskdjhfkajhsdf, me odio a mi misma. Y odio a esta sociedad consumista, que te estereotipa y te presiona, para que te compares y para que después se te baje la autoestima."
Y después llega el insomnio. Pensamientos negativos que me carcomen la cabeza, que me estresan, y que hacen que me salgan granitos. 
"Culpemos a la histeria y comamos helado de chocolate, Julieta."
No, no estoy indispuesta. Soy un desastre emocional los 28 días del ciclo femenino.

jueves

(En negrita, porque es algo que quiero destacar).

Una dosis de autodestrucción... De esas que te desequilibran y generan cambios internos en tu personalidad. Pero vanamente, aún más sabiendo que en el fondo seguís siendo la misma garcha. 
Pero te das un poco... 
Ataques de rebeldía, impotencias reprimidas, pelo corto y cicatrices.
Dejando de lado las cosas que nos gustan, para volver a la monotonía de la rutina y el drama de la adolescencia. 
 ¿Retomando viejos hábitos, entonces?
No deja de ser problema mío.


Neeeeeeeever ending... Same old story! 

miércoles

Y me descubrí a mí misma pensando, otra vez!, en lo mismo...


¿Y a quién dedicaba esa secuencia de recuerdos que no eran del pasado?
¿A quién estaba mirando fijo mientras me comía un pancho de puesto comprado con monedas que recolecté de por ahí?
¿Con quién soñaba mientras me imaginaba llegando a la casa? 
¿Quién estaba mirando las estrellas desde el patio?
¿Con quién llorábamos de felicidad?
¿Quién me agarraba la cara y me decía que me amaba?
¿Quién se sentaba del otro lado de la cama mientras me contaba su día?
¿Con quién me escapaba?
¿A dónde íbamos?

Que decente, que inteligente que es. 
¿Nos veremos juntos frente al espejo dentro de diez años?
¿O nos veremos separados, y por un vidrio?
¿Una ventana del bondi o el mostrador de una vidriera? 

Me descubrí a mí misma pensando en lo mismo.

Y eran pocas oraciones con muchas comas, párrafos cortos.
Pocos párrafos cortos, y sí, microrrelatos.
Pero eran dedicatorias y eran piropos.
Y además eran sonrisas, sonrisas de las que habían entre beso y beso. 
Besos después de risas, risas después de comentarios irónicos.
Nadie nos entiende. Estamos locos de remate.

Está cansada y se quiere morir