jueves

Hace frío, dijo. Dió vuelta un tronco y las chispas se desparramaron.

Primero calentaba mis pies envueltos en camperas, llegaba a mi cara y la suavizaba. Dibujaba en mis lentes el reflejo de un fuego que no ardía, un fuego que acariciaba y trataba de secar las penas que se asomaban en el borde de las pestañas. Me daban ganas de tocarlo, de sentirlo... De fusionarme y ser parte de su calor.
Desviaba mis pensamientos como tanto yo lo mirara. Y era inevitable no mirarlo. Las llamas trepaban por la chimenea y se arrastraban entre las brasas. La niñez que me habría gustado tener y el futuro que me esperaba. El vacío existencial que seguía siendo un vicio vitalicio y una constante búsqueda en la identidad que yo misma estaba tratando de materializar. Una aurora de colores, generada por una combustión química, cosas que yo no quería entender de la vida, el arco iris era generado por la aparición de un espectro y las frecuencias de luz. Seguía siendo mágico para mí. 
El silencio se interrumpía. Se consumía la leña. Retomaba el hilo de mis pensamientos, para que me consumieran a mi misma de la misma manera. Repetía palabras de hace un año en mi cabeza y reproducía canciones de 1998. Nostalgia que me incendiaba y cenizas de recuerdos. Mis manos sobre el fuego, tibias, después sostenían mi cara y trataban de calentarla. 
Afuera seguía lloviendo. 


1 comentario:

Está cansada y se quiere morir