sábado

Anoche.

Hacía frío, llovía. Ahora se daba cuenta de que el vagabundeo no era un estilo de vida para cualquiera. La calle nunca era tan jodida hasta que se hacían las 4am. Se le antojaba una cama calentita, se habría conformado con un colchón en el piso, y aprovechando que soñar es gratis, por qué no, un té de boldo caliente.
Enroscada en su brazo, agradecía la compañía, pero habría preferido no haberla necesitado. Era buena amiga, siempre era tierna con ella. Rechazó su campera, y le dijo que estaba bien, que caminando iba a entrar en calor. 
Los chicos de enfrente compraron facturas, "qué hijos de puta". ¿Ninguno tendrá hora? Les daba vergüenza pedir un célular con crédito. En la panadería, el vidrio empañado por el calor hacía que el alma se llenara de anhelo, y de ese anhelo que te hace querer resignarte y aceptar que es solamente un deseo. Más pensamientos platónicos. Quiso dibujar una carita feliz en el vidrio, pero eso solamente era posible desde el lado de adentro... "¡Cómo quisiera estar del lado de adentro!
Esquivando charcos y tratando de silbar. Las zapatillas mojadas pesaban más que los borcegos; nunca había aprendido a silbar. La campera, le había dicho antes de salir, pero le contestó que no iba a ser necesaria, los viejos las iban a estar esperando apenas terminara la joda. Pero ahora no estaba ahí, ni ella, ni sus viejos, tampoco la campera. 
Minutos antes habían halagado la campera de cuero, "ya me lo habías dicho antes, gracias", pero eran cosas solamente superficiales, no calentaban, el corazón estaba frío, y también los brazos. Las caricias no eran tibias, y la campera de cuero no era térmica. Pero era lindo... Y la campera también era linda. 
Aún así habían cosas de las que no se arrepentía. 
El pelo verde era muy loco, sí, era muy loco. Pero había que encontrar un lugar en donde esperar, le dijo. Había que dejar de conversar de cosas estúpidas, así que le pidió que se rescatara. Ya demasiadas escenas le había hecho pasar cuando quiso hacerse la grande al frente de la cana.
A veces lloraba cuando tenía miedo, así que le agradeció a ella por consolarla. 
Los pensamientos siempre se iban al carajo. En el fondo, de todas formas, sabía que no se iba a morir.


Nunca más, se dijo, una vez ya acostada en la cama. 


El vagabundeo y la joda funciona para los que tienen auto, y celular, o para lo que viven en El Once.



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Está cansada y se quiere morir