palabras que son espejos, que son pistas.
libros que son refugios.
sueños que son caminos.
donde me duelen las emociones se hace una costra,
el mundo es confuso y yo monstruosa.
me miro al espejo y soy otra persona.
me saco una foto y soy otra persona.
los ojos de los otros son lo único estable.
lo desconocido
donde coincido.
pero una vez soñé
(acá empiezo otra vez)
que estábamos abajo de la tierra y que éramos el cuerpo de Cristo.
Teníamos forma de suculenta o aloe vera,
y teníamos brazos en los cuerpos de los otros,
y otros crecían de nosotros.
Abajo de la tierra o en un espacio cerrado, y en un círculo del techo
la luz nos decía hola.
Pero mi sueño hacía cortocircuito.
Y volvíamos a ser Cristo.
Nuestros pinches de aloe vera donde nos pinchábamos unos a otros,
pero en realidad sí éramos humanos y estábamos envueltos en espinas de rosas.
Y sangrábamos la entrega sin dolor
como ciclos de ecosistemas.
pero mi sueño hacía cortocircuito
y de nuevo
éramos
aloe vera.