jueves

Más que a tus gritos, odio escuchar los míos.


Poco a poco mis gritos se hicieron mudos, hasta el punto de desquiciarse, dañando mi integridad y mis cuerdas vocales, el sentido de mis palabras no era más que silencio en su reemplazo.
Me dolía la garganta, pero aún más la cabeza. 

Tengo que pensar con claridad, o seguir afónica e incapaz. 

lunes

La Ley de Murphy.

Lo más triste de tus monólogos tan insulsos y tan insípidos es el haberme dado cuenta de que lo son. Porque siempre fueron así, y nunca más voy a poder volver a escucharte como si algo me interesara. 

Cambié.
Pero vos te quedaste igual. 

Está cansada y se quiere morir