jueves

Más que a tus gritos, odio escuchar los míos.


Poco a poco mis gritos se hicieron mudos, hasta el punto de desquiciarse, dañando mi integridad y mis cuerdas vocales, el sentido de mis palabras no era más que silencio en su reemplazo.
Me dolía la garganta, pero aún más la cabeza. 

Tengo que pensar con claridad, o seguir afónica e incapaz. 

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Está cansada y se quiere morir