martes

divagar cosas lindas

Tenía el arte de huirle a esas situaciones
que tienden a hacernos replantear cosas
que no sabemos siquiera explicar.
Era algo natural de la personalidad,
como el reflejo del calor extremo al cuerpo,
(eso que te despierta cuando estás de espaldas al fuego, y la noche es muy fría y el fogón te la re safa, y de repente te rescatas).

Es que nunca nadie iba a entender esos pensamientos raros, 
de esos que existen dentro de todos 
pero que algunos simplemente ignoran. 
Como a veces ignoraban también
la oportunidad de regalar una sonrisa 
a alguien que tenía ganas de sonreír... 
Esa debilidad que tenemos con las sonrisas, 
tenemos el arte de contagiarlas 
y tantas veces no lo hacemos. 
Hasta que alguien nos la contagia a nosotros. 

Y esos pensamientos raros son tan hermosos, 
que sería lindo poder compartirlos, 
pero es imposible, no dejan apresarse en palabras, 
no se dejan ser explicados. No se dejan limitar.
 Son la felicidad haciendo del presente algo eterno. 
Parar el mundo y vivir en paz en él de repente. 
Como los brillitos que se escapan de los ojos 
cuando el corazón se rebalsa de luz, 
una emoción de la que se habla en silencio
y con una sonrisa transparente y casual. 
Cuando dejas de existir y sos todo lo que te rodea.

Sos lo que viviste cuando entendiste que
hoy sos feliz gracias a todo eso, y que esa gratitud 
es la armonía entre el pasado y el presente. 
Sos todo eso que viviste hasta que pudiste comprender 
que vale la pena jugársela por lo que uno siente, 
perseguir un sueño, arriesgarse porque es mejor hacerlo antes que no, 
porque te diste cuenta de que la vida se trata de trascender los límites, 
romper con las estructuras. Crear. Desde la nada del momento en que naciste 
sin siquiera tener nombre hasta hoy, que en realidad el nombre es una convención social 
y en realidad podrías llamarte como quisieras.

Como yo que algún día voy a llamarme Nicolasa. 
divago, pero es una onda así. 

Está cansada y se quiere morir