jueves

Fue así como dejaron de escucharse garras afiladas, desesperadas por interrumpir en la puerta de mi cuarto. Cesaron los ruidos toscos, por la noche, y en los pasillos de la casa. Las puertas ya no se abrían solas ni desaparecían las cosas. 
El silencio hacía eco en las cuatro paredes de mi habitación. 
Mi gata no se volvía loca por entrar en mi cuarto y molestarme, acostarse en mi ropa negra, para llenarla de pelos blancos. No roncaba al lado de mi puerta las noches que la hacía dormir en el pasillo. No saltaba a los picaportes para entrar a la casa cuando de quedaba afuera. 
Sini no estaba. 

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Está cansada y se quiere morir