Encontré la grieta a la herida esencial de la vida, me adentré en ella y era el mar que representa al inconsciente colectivo: agua salada, llanto sagrado.
Llora la Virgen María, expresión máxima de vida, maternidad, compasión, nutrición. La Madre , el arquetipo colectivo de femineidad.
Herida esencial que el ser humano adormecido en la conquista del mundo material, el polo masculino, olvida que el cuidado y la protección es parte de nuestro don como seres de la tierra con la conciencia más elevada.
Sangran las especies y sangra lo sagrado, el dolor es la única verdad.
Nosotros, somos relatos de la misma historia evolutiva, oprimidos, opresores, solo el amor podría salvarnos.
Ahí busco yo, en la recuperación de lo descartado, los objetos que otros rechazan, en ese espacio que es la manifestación del abandono, le llamamos basural o es basura.
En el gesto del reparo repito acciones como mantras para acceder a un estado de flujo que es amor, es amar, y todo lo que sé del amor es reparar y reconocer; si Dios es uno solo, me ha dejado saber que no me corresponde militarlo pero sí una obligación compartir los regalos que me son dados. Esta vez me dejaron saber, mientras juego a configurar objetos, que la sensibilidad es la carga erótica de la tristeza, expresión de vulnerabilidad, es la semilla o espermatozoide que fecunda nuestros corazones para hacer crecer nuestra empatía y compasión. La única salvación, no para otras especies, sino más para nuestra adormecida capacidad de sentirles.
Que salve María con sus lágrimas nuestros corazones, que nos recuerde lo hermosa que es la vida, que nuestro don es contemplarla, hacer espejo en la naturaleza, escuchar su sabiduría; para que reconozcamos que el Nguillen es el mismo Dios, Madre Naturaleza, Santísima Madre, todos los nombres y los no nombrados, somos nosotros, llorando un mismo llanto, guardando un mismo Amor.
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